El Metro es un medio de transporte, conocido como "subterráneo", "Tren" entre otros. En EEUU le dicen MARTA. En Chile le dicen metro.

Se llega a la estación por medio de escaleras, una vez adentro se paga a un cajero y se le da un boleto, con el que se pasa por un torniquete, se suben otro par de escaleras, y en un andén, se espera al "metro", un monstruo plateado, de 6 vagones de largo; Horario punta, doce vagones.

Yo estaba en uno de ellos. Mi camisa negra, jeans azules y mi pelo negro me daban un aspecto un tanto lejano de la masa misma, vestida de una forma mas alegre que la mía, o mostrando en su ropa, sus gustos e ilusiones. Cada una aislada en su mundo, con unas abejas en los oídos, de donde bajaban unos cables que ser perdían en sus manos o en sus bolsillos. Yo tenía uno de esos, pero no los usaba, quería mirar a la gente, ver que hacían... ellos colaboraban mucho, ya que en cuanto reparaban en mi inquisidora mirada, sus ojos brillaban en los míos un instante antes de volver a su tarea.

Estaba al lado de un señor, su muleta indicaba deficiencia motora, su mirada, una deficiencia mental. Tenía suerte: No se daba cuenta de la deficiencia moral de su alrededor. Yo estaba parado, agarrado de una barra de metal, y el estaba sentado, perdido en sus entresueños. Si hubiese estado con mis amigos, tal vez nos hubiésemos reído de él, como el grupo de inmaduros imbéciles que eramos, pero no estaba con ellos, estaba con mi madre, sentada al lado del caballero.

La bestia de metal galopaba hacia mi destino, una voz venida del cielo, decía como si fuera un epitafio "Estación Vicente Valdés, combinación Linea 5... Estación..." el hecho de escuchar "combinación" produjo una combinación de gente que subía y bajaba, uno que otra queja, y luego todo a la normalidad. Yo, mi madre, y el caballero, seguíamos adentro del metro.

Llegamos a la siguiente estación, luego la siguiente y mi vecino pareció impacientarse; le habló a mi madre, y su tono apoyo mis sospechas de deficiencia. "Discul...pe, si yo quiero ir al 'centro' ¿Que tomo?" mi madre, amablemente le dijo "Mire, si usted quería ir al centro, debía tomar la estación anterior, Vicente Valdés, y ahí hacer combinación y bajarse en baquedano, o donde le acomode."
luego de hacer entrar en razón al señor de que le convenía seguir y hacer combinación en unas estaciones mas adelante, el caballero se intentó levantar, pero no lo logró, una señora desconocida para mí, con un rostro serio o mas bien molesto, con una niña al lado, tomo la muleta, lo ayudó a pararse, e incomprensiblemente salio del metro, dejándolo si apoyo. La señora salió rápidamente y no miró atrás hasta cuando era muy tarde.
Luchando contra su cuerpo, el caballero dio unos lentos pasos, antes de llegar a la puerta, el metro cerró su puertas: "Detengan el metro!", "Dejen de avanzar!!"... chiflidos y intentos de romper la maldita caja para el botón de alarma... pero el metálico caballo avanzaba irremediablemente, y la mirada de la señora en el andén, que miró cuando las puertas ya estaban cerradas, no denotaba ni preocupación ni tristeza...

El señor quedó arriba... siguiéndola con los ojos.

El suceso llevo a un pequeño debate en el metro, del que yo participaba. Entre un ligero caos levante mi voz y dije "Alguien que tenga tiempo tiene que llevárselo a la estación anterior, hablen con un guardia primero, porque sino la otra señora va a venir para acá tal vez". Me miraron, y aceptaron. Un caballero fornido, el mismo que intentó romper la caja de la alarma, vestido con shorts y una musculosa (una polera sin mangas) aceptó la tarea y lo tomó de un brazo, a la vez que decía "Yo lo ayudo".

Llegamos a la otra estación, y bajaron ellos dos...

Una señora nos dijo que la que le sacó la muleta era su hija. Quedé pensativo, ¿Un desconocido se preocupa mas que su propia hija? ¿No sería yo como la hija si mi padre fuera así? ¿No cansaría cuidar a alguien con deficiencia?... las preguntas se cruzaban una tras otra, lo que

Llegamos a la otra estación, mi destino. "Cristóbal, ya pues, venga" miré de donde venía la voz, mi madre estaba en el andén, caminé hacia ella con el paso lento... las puertas empezaban a cerrarse. Decidí dejar de ver que pasaba y salí escuchando un *clock* detrás mío. El caballo de acero continuaba su rumbo.
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Esta historia es real, me ocurrió hoy día, junto con otras. Como una niña de cerca de 8 años, la cual llamaba a su madre por celular, y al parecer la madre le colgó... o cuando venía de vuelta, una señora que se le había pasado una estación, y no sabía como volver.
Pero este señor me acordó mucho de lo que intentaba describir en el "Emilio"... un hombre para el cual no estaban hechas las cosas, donde el sentido común es poco común.. donde un niño de 14 años levantó la voz mas que la gente "madura"... mañana es otro día, y mañana debo tomar otro metro.