Os adelnato que nunca se la he enseñado a nadie asi que no seais crueles conmigo

Miré a Lestat, estaba en el balcón, a la luz de la pálida luna era aún mas hermoso si cabe, mas alto, mas apuesto y mas hombre. Mis instintos más salvajes se activaron al observarlo tan detenidamente. Me acerqué sigilosa por detrás de el y lo abracé rodeando su torso con mis brazos, olí su aroma, que lindo olía, rocé su piel con las yemas de mis dedos notando su tacto, ¡¡Qué tersa y suave!! Me atreví a meter la mano por debajo de la camiseta que llevaba tocando su fornido pecho, deslicé mi mano por su tripa intentando ser lo más sensual posible, llegué a su ombligo, con el que jugueteé un ratito. Acto seguido desabroche el cinturón y los vaqueros que tenía puestos y bajé con mi mano por dentro de su pantalón notando una erección enorme. Esto me excitó más aun, él se giró sobre si mismo y me besó apasionadamente. Pero algo lo hizo parar, me separó de el, me miró con unos ojos tristes y sensiblemente húmedos y atravesó la habitación con paso firme. Yo me quedé parada con los brazos apretando mi pecho, el viento mecía mi camisón dulcemente, una lágrima comenzó a deslizarse por mi mejilla, a ésta siguió otra, y otra más. Pronto me deshice en un mar de lágrimas mientras observaba alejarse a Lestat. Un dolor comenzó a aprisionarme el pecho, me lancé a correr detrás de el, alargué la mano intentando agarrar su camiseta pero mi mano atravesó su cuerpo como si de humo se tratase. Caí de rodillas al suelo, de nuevo las lágrimas recorrían el trayecto desde mis ojos hasta mi barbilla resbalando hasta llegar a mi pecho semi descubierto. Un gemido ahogado salio de mi garganta, ¿Acaso todo había sido un sueño? ¿Tal vez había sido realidad? Me lancé a la cama y abracé la almohada fuertemente sintiendo su tacto en mi piel. Lethar… te echaba tanto de menos… tu sonrisa apareció en mi mente, esos momentos que habíamos pasado juntos… No podía alejarte de mi pensamiento, ni de mi corazón. En mitad de la habitación me puse de pié y abriendo los brazos grite desesperada:
- ¡¡Márchate!! ¡¡Vete de una vez!! – lloré contendiendo toda la rabia que era capaz y centrándola en su recuerdo, con una voz mas suave, casi susurrando proseguí- No quiero sufrir más -volví a caer de rodillas- Déjame tranquila, déjame seguir con mi vida, con mi soledad, con tu abandono, pero en paz. No me tortures más con tu recuerdo.
Lloré hasta la saciedad, la puerta se entreabrió y él estaba ahí, mirándome con esa sonrisa, con esos ojos que me habían enamorado tan profundamente. Deseé morir, arrastrándome de rodillas avancé hasta la puerta, la abrí pero ya no estaba allí. Seguí llorando y llorando, solté un grito desgarrador que asustó a cuanto pájaro se hallaba en el bosque de fuera… Golpeé fuertemente el suelo con mis puños, seguí llorando y chillando, gritaba su nombre una y otra vez, le llamaba a gritos, le llamaba en silencio desde mi corazón. Mi cuerpo le extrañaba, mi mente le pensaba y mi corazón se moría por seguir el ritmo de los latidos del suyo. Me di por vencida, no iba a volver, así que me recosté de nuevo en la cama abrazando la almohada y llorando desconsoladamente, por fin me dormí vencida por el dolor.[/b]
(...)
Lestat apareció por la puerta y me pidió que hiciésemos el amor por última vez. No concederle ese deseo sería una descortesía por mi parte así que me limité a asentir con la cabeza y a entreabrir ligeramente mis piernas. Él se liberó del albornoz que llevaba y se recostó a mi lado, su mano se acercó a mi pelo y comenzó a descender lentamente por mi rostro. Siguió bajando por mi cuello, mis pechos, mi vientre y al llegar a mi sexo, húmedo por la excitación se detuvo. Me acarició lentamente a la vez que introducía, de vez en cuando, uno de sus dedos dentro de mi vagína. Nos besamos apasionadamente, como si en ése beso se nos fuese la vida. Despacio se colocó sobre mí y comenzó a penetrarme con suavidad pero con desesperación a la vez. Realizamos un intercambio de sangre y de flujos que nos llevó al éxtasis después de un largo rato de placer.
Nos quedamos dormidos abrazados el uno al otro. Me desperté a la noche siguiente bastante inquieta, pues Lestat no se hallaba a mi lado. Miré en derredor y no sentí su presencia. Me vestí con la ropa más normal que encontré. Un corpiño negro con puntillas blancas en las mangas y el escote y un pantalón negro de cuero de Lestat. La verdad no iba del todo cómoda pero era lo único más normal que hallé en la fría estancia. Recogí las pocas pertenencias que tenía y un par de joyas, regalo de mi amado Lethar, y me dispuse a emprender mi camino. Al llegar al portón del castillo un recuerdo vino a mi mente.
El sol asomaba tímidamente a través de las corinas blancas de mi ventana y una suave brisa acariciaba mi cuerpo semidesnudo. Una voz dulce me susurraba al oído:
-Despierta bella durmiente, ¡¡despierta!! El sol ya ha salido, te está esperando.
Posaba sus labios en mi mejilla dándome un tierno beso a la vez que yo abría mis ojos.
- Eres hermoso como un ángel, silencioso como el rumor del agua de un arroyo, tierno como la imagen de una madre con su hijo en brazos, ¿Eres un ángel?, Dime, ¿Lo eres?
Miró a mis ojos, se recostó a mi lado en mi lecho y me abrazó. Susurrándome de nuevo al oído me dijo:
- Mi ángel eres tú, eres tan hermosa cuando duermes… y cuando estas despierta tu sonrisa hace que hasta el mismísimo sol, tan radiante y luminoso, sienta envidia de tu belleza.
Acto seguido nos besamos de nuevo, una de sus manos se posó en mi cadera, que quedaba descubierta, yo deseaba que ese momento no terminase nunca.
(...)
. Al fin llegamos ante mi casa. No conservaba las llaves así que pagué al conductor y toqué el telefonillo de la portería. El tercer piso. Ese era.
- ¿Si? ¿Quién es?
¡¡Oh!! Era la voz de mi madre, las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos…
- Mamá - dije con la voz entrecortada – Soy yo, ¿Me abres la puerta?
Silencio.
La puerta sonó y empujé, subí en el ascensor con la mochila al hombro y nerviosa por ver a mi madre.
Salí del ascensor y vi la puerta de casa entreabierta, entré y la cerré tras de mí. Pasé al comedor y allí estaba ella, en el sofá. Al verme se puso en pié y se abalanzó sobre mí abrazándome con fuerza y llorando.
- Hija, estás muy pálida, ¿Qué te ha ocurrido? ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Por qué no he recibido noticias tuyas?
No paraba de llorar. Las dos no dejábamos de llorar. Con el jaleo se despertaron mi padre y mi hermano. La alegría de volver a verlos me hizo llorar más aún. Mi hermano vino hacia mí para abrazarme. Mi padre se quedó de pié observándome, mi hermano se echó a un lado para que mi padre pudiese abrazarme también, pero con el rostro muy serio se acercó a mí y me soltó una contundente bofetada. Instintivamente bufé como una gata furiosa y saqué los colmillos. Mi padre retrocedió con miedo ante tal situación, con los ojos desorbitados y la mandíbula desencajada y se volvió a la habitación. Observé a mi madre, petrificada en un rincón y a mi hermano, que del susto se hallaba tirado en el suelo. La escena era horrible, tenían miedo, sentían mucho miedo, podía olerlo. Me calmé, volví a mi estado normal y recapacité.
- Lo siento, nunca debí de haber vuelto. Me ha encantado veros… por última vez. Mamá te quiero, os quiero a todos, mucho. Adiós.
Con la mochila aún a cuestas, me di media vuelta dispuesta a marcharme de nuevo.
- Si no te importa mamá, me gustaría cogerme algunas cosas, ropa y poco más.
Me dirigí al que era mi cuarto, todo estaba tal cual lo había dejado la última vez. Abrí el armario y saqué un par pantalones, camisetas y algún suéter. Algo de ropa interior y un par de fotografías. Lo metí todo en la mochila. Cerré la puerta del armario y me giré dispuesta a marcharme, en la puerta de mi cuarto estaba mi madre.
(...)
[b]Volví a dar media vuelta y me dirigí a la habitación. Miré el reloj que reposaba sobre la mesilla, eran las seis menos cuarto de la mañana, aún quedaba un poco para que amaneciese. Fui a la habitación de mi madre, sabía que mi padre estaba ahí, podía oler su miedo a kilómetros de distancia, pero aún así me armé de valor y entré. Mi padre estaba sentado en el suelo, entre la mesilla y la pared, sostenía con fuerza un crucifijo entre las manos. Estaba temblando. Al verme alzó con firmeza la cruz gritándome:
- ¡¡Fuera Satanás!! ¡¡Sal de mi hija!!
Meneé enérgicamente la cabeza de un lado a otro, qué iluso, yo era demasiado fuerte, los crucifijos no me hacían daño. Me acerqué a él, lentamente, para que pudiese observarme en todo momento, sin hacer movimientos bruscos para no empeorar las cosas. Al llegar frente a él, me agaché y despacio cogí el crucifijo entre mis manos y lo besé.
- No soy Satanás papá, no soy un demonio, soy tu hija.
- Tú no eres mi hija ¡¡Demonio inmundo!!
- ¡¡Papá!! ¡¡Mírame!! ¿A quién ves? ¿No me reconoces? Perdona por lo de antes, no pude evitarlo. Lo siento.
Me levanté, deje el crucifijo sobre la cama y extendí el brazo ofreciéndole mi mano como ayuda para levantarse del suelo.
Dubitativo me dio su mano y lo ayudé a ponerse en pié.
- Me voy a la cama, buenas noches.
Suavemente le di un beso en la mejilla y me dispuse a salir de la habitación, estando ya por la puerta mi padre dio un paso al frente:
- Buenas noches hija.
Giré la cabeza y sonreí.
- Gracias papá, que tu también pases buena noche.
Me fui a acostarme, deseando que ya fuese la tarde siguiente para ver a Carlos.
Cerré bien las cortinas y bajé la persiana hasta abajo del todo, acomodé la almohada y los cojines. Suspiré, ¡¡No podía creer que después de tanto tiempo volviese a dormir en mi cama, en mi habitación, en mi casa y con mi familia!! Advertí a mi madre para que me avisase en cuanto Carlos subiese por las escaleras. Esta vez dormí intranquila, la incertidumbre de lo que ocurriría con mi amor de siempre me tenía mal, me tenía en vilo. Las ocho de la tarde, la noche se cernía sobre toda la ciudad. Mi madre entró apresuradamente en la habitación. Carlos ya subía por el ascensor. Haciendo uso de mi sobrenatural velocidad me puse hermosa para él. Una blusa desmangada negra, una falda color vino por las rodillas y unas sandalias de tacón de aguja negras. Me recogí el pelo en un moño y pinté mis labios de rojo intenso. Deseaba que su pasión se avivase al verme, que de ninguna manera pudiese rechazarme.
[BOFH]Negritas eliminadas[/BOFH]