Fue cuando sentí su olor, en ese instante, supe que el no estaba jugando. El hálito putrefacto emanaba de todo su cuerpo, solo mi sed de venganza evitaban que me cayera de espaldas, por el repulsivo aroma que exhalaba por sus escamas. Podía ver como en su interior se retorcía el collar, podía ver el brillo, incluso daba la impresión de que mis manos estuvieran tocando el metal frío y precioso, que hacían que emprendiera mi arriesgada aventura, cuando levanté la espada, si, fue cuando la levante, el momento preciso en el que abrió los ojos. Fríos, pero poderosos, capaces de traspasar mi armadura y ver mis intenciones, el momento que el dragón me dio para decidir si correr o atacar había terminado. Pero yo era y seré orgulloso, temerario. Fiel al honor de mi casa, luche hasta acabar con el. Mi brazo fue en precio bajo para la recompensa, ya que ahora, tengo entre mis manos, el filo inquebrantable.
¡Brilla nuevamente Karlómë! ¡Renace, Brillo Crepuscular!
Capitulo 1 – Entre la espada y el Rey
Sentía como si una aguja entrara en su brazo, el dolor era indescriptible, pero aún así no tenía derecho a parar. Su destino era otro, y nunca arriesgaría la vida, para desfallecer luego. Por mientras luchaba contra la muerte, gano el cansancio y lo doblegó, cayendo sobre la verde hierba, luego llegaron jinetes… que lo tomaron y lo llevaron a un lugar desconocido.
Al abrir los ojos, Menegelin miro hacia ambos lado, y lo que vio era desalentador: Estaba encerrado, y más extraño aun, tenia el brazo cuidado. Desesperado busco una salida, pero encontró solo murallas y barrotes. Fue cuando golpeaba a uno de ellos cuando vio a un desconocido, inclinado sobre el, observándolo. Permanecieron mirándose en aquella extraña situación, cada uno intentando predecir los pensamientos del otro, hasta que la voz del desconocido rompió el inquietante silencio.
—La verdad Menegelin, fue una suerte que Balthaur te comiera el brazo. —dijo.
—¿Y, como sabes mi nombre? —respondió con enojo Menegelin.
—Calla, pequeño bocón. Por lo que veo la imprudencia pasa de generación en generación en lo que a baja casta se refiere. Pronto sabrás para que y porque estas aquí — Una mirada maligna cruzo por los ojos del desconocido—, por ahora, solo debes saber que yo estoy armado, y tu acabas de perder tu espada. — dicho esto, desenfundó la espada que antes estuvo en el vientre de un dragón, la cual irradiaba un brillo cegador, que a ambos hizo entrecerrar los ojos. —
—¡Ahora soy yo, Denother, hijo de Lithenor el que sostiene Karlómë, no tu sucio hijo de Arcthelin —.
—¡Devuelve mi espada, en el nombre de Elin! —
—De nada sirve el nombre de tus antepasados, despojo humano. Ellos ya están muertos ¡Al igual que tu! —
Si el orgullo, y la confianza en la victoria, no hubiesen cegado los ojos de Denother, habría visto la sed de sangre que había despertado en Menegelin, y seguramente hubiese caído de rodillas, de solo ver la mira cargada de furia y venganza. Pero Denother solo pensaba en acabar con esto, y levanto la espada, con la intención de matar., pero en el libro del destino, estaba escrito otra cosa.
Menegelin, viendo el filo acercarse, sujetó el filo entre sus dedos, aprisionándolo, sin recibir ni un rasguño. Miro con sus ojos azules, que en aquel momento eran mas penetrantes y brillantes que un hielo, al que intento asesinarlo.
—Mira mis ojos, maldito cobarde, pues será lo ultimo que veras —y con solo con la fuerza de sus dedos logro arrebatarle la espada a un atónito enemigo —Denother, hijo de Lithenor—. Un viento cruzo la celda, la cabeza de Denother estaba en el suelo.
Con la misma espada que lo decapitó, lo atrajo a si, para buscarle las llaves, que lo sacarían de aquella prisión. Encontrado su objetivo, salio por sus propios medios de aquella celda en al que estaba, camino por el pasillo hacia una luz que una puerta sin cerrar dejaba ver. Abrió la puerta y ante el estaba una recámara que mostraba lujos inconfundibles, reconoció la belleza del sitio y supo de inmediato que su vida volvía a correr peligro: Era la recámara del hijo del rey del reino oeste. Había asesinado a un príncipe. Limpió la espada en las suaves cortinas, vio por una ventana, estaba en una torre enorme, y debajo de ella cruzaba un río. No lo quedaba otra opción, salto hacia el vacío, esperando caer en el agua, y esperando encontrar respuestas.