CURIOSIDAD Y FANTASIA EN LA PLUMA DEL ALA DE UN ANGEL
Siempre acabamos aparcando nuestra historia chica en un rincón del altillo. Malsobrevive entre viejos libros de cartapacio duro con hendidas marcas del cincho que en otros tiempos los sujetara. Era cultura enciclopédica, reunida y apretada, desgastada en roces por correrías callejeras entre balones, pelis, bichos, tirachinas y demás artilugios que hacían sobresalir nuestros bolsos por debajo del ese pantalón corto que definiera nuestra infancia aún sin extenderse. Agrupada junto a libros de cuentas, hojas de dictado y cuadernos de caligrafía a plumín con borrones de color tirón de orejas repetido, se encuentra la esencia de lo que luego seríamos.
Y allí, entre tantas cosas solo útiles ahora a los recuerdos, se encuentra también el viejo microscopio. Pieza vital de mi formación, marcaría definitiva y para siempre lo que poco a poco sigo siendo.
Nació a mis ojos en una nochebuena y bajo un árbol de Navidad; envuelto en un papel liso azul marino y marcado con mi nombre en una pequeña tarjeta ya alimentaba mi curiosidad y fantasía. Noche mágica de mis 7 años entre la reprimida envidia de mis primos y hermanos, chavalería gozosa con su tiburóncitroenPayá, excavadoraClim o muñeca con uniforme teresiano, juguetes aquellos que inevitablemente cuando se estropearan o abandonasen yo destriparía.
Apartado de todos recuerdo abrir aquella maravillosa caja de madera con esquineras de latón brillante, forrada interiormente con fieltro azul grisáceo y con unos pequeños cajoncitos inferiores donde se apilaban extrañas herramientas, de uso aún desconocido, entre botecitos y lentes, únicas cosas que alcanzaba a reconocer. ¡¡Y el cajón de muestras!! Repleto de preparados que mi tío (autor del regalo entre las suaves protestas de mi madre hacia su hermano: Aún es muy niño, Plácido!!) había reunido y etiquetado con pulcras anotaciones como: "pata de garrapata", "piel de desmán", "sal gema" (¿una joya?) ....y aquella que desde aquel momento fue mi preferida: "Pluma de Ángel"!!
Cierto que muchos años después confesaría que era un plumón de paloma barriobajera recogido entre los setos de un parque cutre mientras me sonreía diciendo: "Pero estimulé tu curiosidad y fantasía, no es cierto?"
¡Y vaya si lo hizo! No hubo cosa que no acabara colocada bajo su mirada profunda. Por allí pasaron pelos rubios y morenos (con el consiguiente enfado de mis hermanas que en poco apreciaban su contribución científica), papel, leche, aceite, escupitajo o moco catarrero eran analizados y descritos en apuntes y dibujos con algo que luego sabría que se denominaba método y que yo simplemente bauticé con el nombre de los lápices de color que usaba: Cariocas.
Aún están ahí. Carioca de la pintura verde del Seat600 de mi abuelo. Carioca del "escarabajus centipinchus", bicho atrapado y así renombrado por mi en una excursión montañera. Carioca de un hilo del cinto del hermano Tomás donde creí descubrir restos de sangre de algún compañero zote por demás que acabaría, como no podía ser menos, siendo alcalde .....Mil y un Cariocas.
Luego vinieron con los años, el meccano, el juego de química, las obras completas de Verne o el telescopio, entre otras muchas cosas de las cuales apreciaba especialmente sus cartas. Desde Bolonia, París o California me narraba todo aquello que apreciara interesante alimentando de paso mi afición al viaje y la aventura.
Nunca se lo agradecí bastante al tío Plácido. Capitán de la cuadrilla infantil, distribuía su tiempo en los cortos espacios vacacionales donde nos reuníamos toda la familia en divertidos juegos de magia. De forma imposible el as de oros aparecía tras la oreja de mi primo Ángel o encontraba un caramelo en mi bolsillo donde a buen seguro no estaba antes, no hubiera perdurado mucho allí. Era también Él quien acercaba cada día los Reyes Magos hacia el portal de un inmenso belén con cascadas de agua que desembocaba en un estanque con patos y lavanderas agachadas, con molinos animados y casas iluminadas tras un papel de celofán azul o rojo en paredes de corcho que el mismo fuera construyendo, ampliando y manteniendo. Era Él quien organizaba el torneo de ajedrez familiar, juego que pacientemente nos enseñara a todos. También era Él el hombre de las respuestas. Cómo no se cae la Luna? ... y automáticamente empezaba la demostración. Un hilo y alfileres del costurero de mi madre, una naranja para el Sol, unas ciruelas planetas y aceitunas satélites acababan colgadas de la lámpara de la galería en un curioso y gráfico sistema solar. Cartulinas para hacer sombras y esa linternita que siempre llevaba consigo acababan explicándonos no solo la constante caída de la Luna sino la causa misma del día, la noche y hasta los eclipses.
Como jefe de las excursiones veraniegas, caminaba delante de todos con su pantalón de lona gris capturando insectos, recogiendo piedras o recolectando flores para en los descansos y más detalladamente en la acampada, explicar nombres y usos. Adornaba la distribución de los conocimientos con extrañas historias que nos llevaban a las forjas de la edad media, a la técnica de construcción de las pirámides o a los avances médicos acaecidos gracias al descubrimiento de las indias. Supe así de la pirita, de las aves, de la raíz de la genciana, de la temperatura y el clima, de curar heridas, de cocina campestre...... y de por qué preguntaba siempre cualquier cosa al pastor o lugareño que encontrábamos.
Era mi tio Plácido, claro está, un científico. Investigador mal pagado en la época del consabido "¡Que inventen ellos!", al parecer lema patriótico en aquellos años de la dictadura. La "oveja negra" de una familia extendida en leguleyos amontonapapeles y de la que yo también me distanciaba en mis aficiones, acercándome como una mosca alocada a la luz que siempre vi irradiar en su persona.
Maestro paciente y animoso, me enseñó la mezcla mejor para vivir aprendiendo: Curiosidad y fantasía. La semilla que plantaste perdura en la nueva generación. Ahora soy yo quien enseña lo maravilloso que hay en la formación de la espuma de las olas. Hasta siempre profesor.
PD. Ahora puedes por fin mandarme esa muestra real de la pluma del ala de un Ángel.