El débil reflejo de la luz solar en la luna alcanzaba para hacer la noche más llevadera, y al fin después de mucho, su única confesora volvía a surgir de un cielo sin estrellas. Abrió la puerta de su abandonada casa, dirigiéndose hacia la apacible noche. Una vez pasado el umbral cerro los ojos un momento para tomar una gran bocanada de aire, y con ella penetraron varios de los aromas de la gran ciudad, el olor a droga proveniente de la esquina, el perfume barato de alguien que paso hace horas.
Como todas las noches miro el viejo edificio frente a su casa, camino hacia la pared y comenzó a escalarla. En la terraza se agazapo en una esquina, al borde del vacío, admirando el panorama. Como todas las noches cerro sus ojos para reflexionar, sentir y pensar sobre su vida.
Buscaba información sobre lo que es ahora y los conoció, un grupo de jóvenes con el mismo entusiasmo que él. Nunca los vio de día, solo de noche y en diferentes callejones, intercambiaron historias, y él aprendió mucho. Hasta que lo obligaron a elegir entre la muerte o convertirse en uno de ellos, la muerte o la inmortalidad. Y eligió.
En soledad, así se sentía desde ese día, absolutamente solo. Pensó en todo lo que hizo desde el día en que se convirtió, robar sangre en los frigoríficos y vagar por la noche. Reflexionó un poco y descubrió que su vida se encontraba vacía, tenía una fuerza extraordinaria, los sentidos agudizados y por sobre todas las cosas la inmortalidad, pero una enorme pena recorría todo su cuerpo, se encontraba solo. Miro hacia la luna rogando por piedad y una respuesta, pero no obtuvo nada. Bajo la cabeza resignado, siguió mirando la gran ciudad sintiendo un fuerte dolor en su alma, un vacío en su corazón y una lagrima tan solitaria como él recorrió su mejilla.
Cuando todo ese sufrimiento estaba a punto de matarlo se incorporo y emprendió una frenética carrera por los edificios, saltando de uno a otro y algunas veces escalando alguna que otra pared, hasta llegar enfrente del balcón de ella. A pesar de lo avanzada que se encontraba la noche, estaba despierta. Nada más al verla, la sensación de vacío comenzaba a mitigarse. Solía ir a observarla de vez en cuando, en los momentos tristes. Nunca había estado con ella luego de la conversión, los detestaba, aborrecía su fanatismo. Verlo en ese estado seria horrible para ella, en cambio no verse seria doloroso para ambos. De todas formas perdía, no había manera de pensar en otra cosa, simplemente no podía.
Cansado de dejar sus pensamientos divagar, cansado de que sus sentimientos se peleen entre sí, cansado de no hacer nada y ver la vida de ella desbarrancarse, se decidió. Esperó a que cerrara las cortinas, y luego saltó hacia su balcón.
Pensaba en él, como todas las noches antes de dormir desde su desaparición. Recordando la última vez que lo vio, cuándo le dio un rápido beso y se marcho a encontrarse con los que ella llamaba “sus colegas”. No comprendía cómo le podían gustar esas criaturas infernales. Sin embargo era su único defecto. A pesar del tiempo que habían pasado juntos, él la hacia sentir como si fuese el primer día, cada beso era distinto del anterior pero igual de placentero, y el sexo, no se podía catalogar como tal, sencillamente se amaban.
Casi no hizo ruido al caer. Se acercó al ventanal para observarla más de cerca y las cortinas le dejaron verla de espaldas, caminando hacia la cama con un paso lento. Después de mucho tiempo la tenia otra vez cerca, podía respirar el aroma de ella que se escapaba por una hendija del ventanal. Movió el pesado vidrio haciendo el menor ruido posible y empezó a caminar con un paso firme hasta que ella se detuvo, junto con su corazón.
Presentía la llegada de alguien a la habitación y giró en redondo.
Otra vez tenía enfrente sus ojos verdes, su nariz chiquita, sus dulces labios, el pequeño mentón y el suave contorno de su rostro enmarcados en largos hilos de oro opaco.
La luz de la luna atravesaba el amplio ventanal envolviéndolo en una tenue sombra, eso era lo que veía, una sombra que entró por el balcón. No podía creerlo y sospecho. Se quedo inmóvil estudiando al visitante, había algo de familiar en él pero no lograba encontrarlo. Otra vez un presentimiento y el miedo reinante en ella se corría para dejar paso a la seguridad que trataban de mostrarle sus ojos. Era él, no necesitó verle la cara para darse cuenta, le bastó cerrar los ojos y escuchar a su cuerpo gritarle que era él, y corrió a sus brazos.
No dudó en abrazarla. Volvió a sentirla, a oler su aroma femenino y a tener su hermoso cuerpo entre sus brazos. El vacío era un olvidado recuerdo de un tiempo muy lejano, muy vago, al igual que la soledad. Ahora la percibía, lo que vivió sin él, la tristeza de no verlo, la soledad al despertar y encontrar la gran cama vacía y el dolor de no saber cuando volvería. De a poco todo eso se disipó en el éter.
Estar entre sus brazos le inspiraba seguridad, parecía a salvo de cualquier catástrofe que azotara al mundo. Su cuerpo se inundo de cariño y comprensión, como así también alegría por la ruptura del largo tiempo separados uno del otro. Los labios de él se apoyaron en la boca de ella, de nuevo saboreaba esos labios misteriosos. Una enérgica lengua penetraba en su boca, no la recordaba así, parecía mas fuerte y desenvuelta, pero no le desagrado, la imagino recorrer todo su cuerpo, saborearle cada centímetro de piel, degustando sus rincones más íntimos, y comenzó a excitarse. Lo deseaba, lo necesitaba. Extrañaba las noches en compañía y extrañaba hacer el amor con él. Los pezones se endurecían cada vez más y el resto del cuerpo se preparaba para recibirlo.
Un grillete se desvanece en el aire a causa de la enorme fuerza del brazo de su capturado, y aunque no se encuentra libre todavía, puede comenzar a actuar.
Terminaba de darle un beso y continuaba con otro más apasionado aún, al mismo tiempo recorría dulcemente con sus manos la espalda de ella. Sentía el acelerado flui de sangre y deseaba fundirse con ella. De lo más profundo nacía un deseo loco de devorársela. Abandonaba la boca y se dirigía sin dejar de besarla hacia el cuello y por fin en sus labios tenia ese gustito a ella que tanto añoraba. La sentía gozar más con cada beso, hasta que escuchó un leve quejido. El cuerpo que antes estaba unido a él, ahora gemía de dolor tratando de escaparse, hasta que entendió el motivo.
Recibió un fuerte empujón y cayó al piso, en su cara sólo había asombro y preguntas que fueron respondidas al instante con sólo observar su expresión en el rostro. Ya no tenía esos ojos grandes y llenos de sufrimiento, tampoco las cejas arqueadas ni mucho menos la expresión de soledad y dolor, en cambio, tenía los ojos inyectados en sangre, las cejas unidas en la cuenca encima de la nariz, y los dientes brillosos en un rostro lleno de odio. Un escalofrío le recorrió la espalda al ver eso que había sido su novio convertirse en algo aberrante.
Recobro parte de su control y freno la marcha hacia ella. No necesito un espejo para verse, le bastaba con mirar el rostro asombrado de ella para tomar conciencia de aquello en lo que se había convertido, y casi cometió una locura. Corrió hasta el balcón y se detuvo en el borde, agarrándose de la baranda. Miro al vacío, hacia el futuro de su vida.
Juntó un poco de coraje y caminó hacia él lentamente, con cautela. Temerosa, rozó suavemente su cara con la mano. Él tomó dulcemente la mano de ella.
No podía vivir peleando con sus demonios cada vez que la besaba; era una tortura, así como tampoco podía vivir sin ella. Giro y clavó su mirada en sus encantadores ojos verdes. Juntó las manos las beso y las llevo al vientre de su dueña. Apoyo una mano en la baranda para balancearse y saltar al vacío con una velocidad sorprendente, para que a ella no le fuese posible retenerlo. Sintió dolor y pena por lo ocurrido pero creía que era lo mejor para ambos. Cayó al piso y flexionó las rodillas para amortiguar la caída. Miró al cielo y ambas se encontraban arriba de él, a lo lejos la luna, y mucho más cerca pero igual de distante, su amor.
Un nudo en la garganta le impedía moverse, hablar, pensar, sólo pudo verlo saltar, decidido y atormentado. Se dejo caer sobre sus rodillas y de sus ojos brotaron unas solitarias lágrimas de tristeza. Llevó su mano al cuello y toco con la yema de los dedos el cálido líquido rojo, la herida no dolía tanto como el corazón. Se había ido, y ahora para siempre, por ella, para no lastimarla. La noche se encuentra demasiado fría como para estar llorando sola en un balcón, fue a recostarse y en la soledad de la cama encuentro muchos motivos para llorar aún más.
Otro grillete se rompe y el demonio vaga libre por la celda, desesperado por moverse, por dominar al carcelero.
Melancólico, se pregunto cómo pudo haber pasado semejante cosa, él dañándola. Impensable. Frustrado, así estaba; la había visto, la había abrazado, la había besado y lastimado mucho más de lo que pensó. Luego, la culpa, el peor castigo que le podrían dar. Por ultimo, otra ves el vacío y ahora acompañado de odio. Odio hacia él mismo por haber elegido convertirse, odio hacia la vida por permitirle hacer eso, odio hacia su parte malvada, odio a todo menos a ella.
El demonio se ríe, dominar al carcelero fue más fácil de lo que pensó, ahora le abrieron la puerta de la celda, libre al fin desata todo su odio, su hambre acumulada todo este largo tiempo.
El odio comenzó a llenar el vacío de energía, una energía que necesitaba ser liberada lo antes posible antes de que estallara dentro de él. Corrió por las calles casi desiertas pero no alcanzaba, solamente estaba ganando tiempo. Corría con una bomba atada al cuerpo, hasta que se le ocurrió algo. Concentró toda la energía en su puño y un viejo edificio fue víctima de su odio. Un grito de dolor y furia ahogó el ruido del golpe mientras el edificio lo mira con desprecio. La energía disminuye pero sólo momentáneamente. Derrotado, agotado, seco por dentro, se sentó y comenzó a llorar con dolor y tristeza. Los recuerdos de sus días cuando aún podía caminar bajo el sol aparecieron en su cabeza, las cosas buenas, malas, y ella. Terminaba un recuerdo, comenzaba otro y ése llevaba a otro recuerdo, deseaba volver a vivirlo, volver a ser él, volver a estar con ella.
Dejó de llorar y sin pensar se levantó, olfateó el ambiente y percibió el olor de un vagabundo cerca, tan cerca que no costaba nada ir a su encuentro. Ya no pensaba, obedecía las órdenes de su interior, pero ni siquiera esa parte odiosa podía dejar de hacerle sentir emociones y sentimientos.
Caminaba un poco para sacarse el frío de encima, no le gustaba el frío, le parecía más que molesto. Escuchaba ruidos detrás de él y no les daba importancia, debía de ser otro vago con mucho frío e insomne, como él. Se detuvo en un cesto de basura y con sus sucias manos lo examinó en busca de algo para comer. Otra vez basura reciclable, el maldito mundo se caía a pedazos y la gente creía en la patraña de reciclar la basura. El enojo lo ayudó a combatir el frío. Otro ruido extraño, pero no le importó, el enojo estaba primero. Alguien corrió detrás de él, se dio vuelta y alcanzó ver un puño transformarse en estrellas. El fuerte golpe lo hizó caer de lleno al piso y aunque espalda amortiguo la caída, le dolía el ojo. Abrió y cerró los ojos para despejarse y volver a la realidad, buscó en vano a quien lo había golpeado, pero ya se debía haber ido.
El golpe lo dejo un poco mareado y descansó en el suelo un rato, al mundo no le bastaba verlo sucio, mal alimentado, sin un hogar, nunca era suficiente, es por eso que creaba la basura reciclable y engendraba hijos de puta para que lo golpearan gratuitamente. Más enojo, menos frío. Se levantó, se sacudió en vano el polvo y cuando alzó la mirada distinguió a lo lejos una sombra con la mirada fija en él. Observó con curiosidad y una extraña mirada lo atravesó aún más al vagabundo, quitándole toda la curiosidad.
La sombra desapareció de su vista, unos rápidos pasos resonaron detrás de él y terminaron tan instantáneamente como empezaron, una sombra nueva y amenazante se reflejó en una pared. Miró para todos lados, tratando de ver a alguien, pero fue imposible. Corrió hacia la avenida en busca de gente, creyendo que iba a estar a salvo.
La avenida se encontraba casi desierta, pasos que suenan en todos lados, sombras que se reflejan en cualquier cosa. El corazón late más deprisa, la adrenalina comenzó a fluir, el miedo tomó el mando del cuerpo, dentro de poco dominara el cerebro. Las pupilas se dilataron, el oído se agudizó y el miedo ordenó huir. La adrenalina logra hacerlo correr más rápido y continuó por la avenida con la esperanza de encontrar a alguien, pero fue como quedarse parado. La sombra lo persiguió, siempre estaba un paso más adelante, anticipando sus movimientos. Se escuchaba claramente por entre todos los ruidos el corazón golpeando el pecho, luchando para mantenerlo oxigenado. Miedo. Su cuerpo entero gritaba miedo. La sombra seguía ahí, a la misma distancia.
Dobló en la esquina y se metió por un callejón buscando un refugio donde esconderse. La sombra apareció delante de él, no lograba distinguir una cara pero los ojos brillan pidiendo su muerte. Giró, comenzó a correr hacia la avenida y algo duro chocó contra su pecho haciéndolo caer al piso.
Esta vez el mareo no duró casi nada, trató de incorporarse cuando lo vio claramente a sólo unos pasos de distancia. Es un joven con las manos dentro de los bolsillos de un sobretodo tan largo y negro como la noche misma, el único parecido entre la sombra y él es esa expresión en los ojos, ese grito de muerte. Su mirada paralizó al vagabundo, tartamudeaba, tratando de completar alguna palabra. Ya no había más miedo, ahora sólo había lugar para el terror.
Escuchó al corazón latirle rápido y nervioso, olió en el ambiente el miedo y vio claramente los ojos de su presa suplicando piedad a alguien que no escuchaba. Sacó las manos de los bolsillos y abrió la boca mostrando unos colmillos blancos y filosos. Caminó hacia el vago, lo agarró de la ropa y lo golpeó violentamente contra la pared, presionándolo contra ella. El vagabundo trataba inútilmente de liberarse y recibió varios golpes en el estómago, era en vano resistirse, de una forma u otra iba a morir.
El demonio se encuentra ansioso, está por saciar su hambre, después de mucho iba a dejar de beber del vaso para tomar directamente de la botella.
Los golpes sacaron el poco aire de los pulmones dejándolo momentáneamente sin fuerzas, una mano lo obligó a girar la cabeza y unos colmillos se clavaron en su cuello. Ya no tenía ninguna duda, era es el final de su vida, nunca pensó que iba a terminar así, pero estaba sucediendo.
La carne se desgarró dándole paso a los colmillos. La sintió romperse, abrirse, y llegó a la preciada yugular. La sangre inundó una boca sedienta, primero tragó desaforadamente, luego cuando el hambre bajó junto con la presión del valioso alimento saboreaba cada gota como si fuese la última. El alimento estaba tibio, vivo, no como el de todos días, este tenía un mejor sabor y sin querer recordó la última vez que bebió de alguien.
El cuerpo apresado contra la pared dejó de moverse pero continuó vivo y consiente mientras absorbían su poca vida restante. Bebió automáticamente, inmerso en sus recuerdos, y esos recuerdos volvieron a él, atacándolo en forma de ráfagas. Estaba en el piso, alzó la mirada y vio a su compañero con la boca llena de sangre, vio los labios moverse pero no los escuchaba, los demás compañeros miraban el espectáculo, todo el cuerpo dolía y sentía frío. Logró escuchar dos palabras, vida y muerte, no entendió el mensaje, todavía no podía creer que sus amigos lo hubiesen maltratado de esa forma, escuchaba gritos sin lograr entenderlos y comenzó a repetir vida, vida. Siempre recordó hasta ese punto, ahora la sangre fresca le hizo evocar algo más, vio a su agresor desenvainar un cuchillo y hacerse un profundo corte en la otra muñeca, con una mano le abrieron la boca y bebió de la herida provocada por el cuchillo. Con cada sorbo el frío disminuía y la vida volvía de a poco hasta que se desmayó brevemente.
El cuello dolía, trató de escapar pero cada vez había menos fuerza, menos sangre y una repentina baja de presión lo obligó a permanecer inmóvil, dejándolo paralizado, único espectador de su muerte. El último vestigio de vida y esperanza por vivir se le esfumó junto con la última gota de sangre saliendo de su cuerpo a través de dos agujeros en el cuello.
El demonio se recuesta satisfecho, despreocupado y feliz, cometiendo un gran error, bajar la guardia.
El cuerpo debajo de él ya no tenía más sangre, lo soltó y caminó hacia algún rincón oscuro. Miró a su alrededor y se pregunta por qué esta ahí, vio el cuerpo que acaba de soltar y los dos agujeros no lograron asombrarlo, él los hizo, sin embargo no recordaba el motivo.
El demonio es golpeado sorpresivamente por el carcelero.
Recapituló sus pensamientos, ordenó los hechos, y siguió sin entender por qué lo hizo, como tampoco entendía por qué la lastimo a ella. Miró una vez más el cuerpo y buscó un motivo, pero sólo lograba pensar en cuando se convirtió, sólo que ahora había una nueva parte que no recordaba. Una nueva opción se le es revelada y decide probarla.
El carcelero golpea ferozmente al demonio, lo mira con desprecio y odio. Otro puño va directo a la cara del demonio y logra esquivarlo justo a tiempo, no alcanza a terminar de correrse y devuelve el golpe. Así comienza una brusca pelea entre ambos.
Corrió hacia la casa de ella, esta vez con una idea fija, decidido a jugarse la ultima carta de un juego que estaba por llegar a su fin. Trepó por la pared y cayó en el balcón. Abrió bruscamente el ventanal, sin importarle el ruido. La encontró sobre la cama.
Sumergida en un remolino de recuerdos, escuchó un ruido que la transportó a la realidad. Abrió los ojos y sin observar para ningún lado volvió a sumergirse en sus tristes recuerdos. Su primer pensamiento estuvo dirigido hacia él, ¿Y si volvió?. No, se fue para nunca volver, no tenía ningún presentimiento, sólo dolor. Sabía que no iba a encontrar nada y decidió buscar igual. Desde la cama examinó la habitación, y lo vio parado cerca del ventanal. No creía lo que sus ojos le mostraban, era imposible que haya vuelto. Pestañeó un poco y él no se fue. Ahora la luna le dejaba ver un poco más la habitación y alcanzó a distinguir unos colmillos blancos en una cara muy decidida.
Las lagrimas secas en sus mejillas sé dejaron ver perfectamente, al igual que los ojos hinchados. Salió de la cama y la mirada de ella logró intimidarlo un poco. Con una mano se corrió el largo cabello e inclinó la cabeza hacia un costado, mostrándole un cuello sin ninguna mordedura.
Dejó caer el sobretodo al piso y corrió otra vez a su encuentro. La abrazó fuertemente, besándola frenéticamente, sin encontrar ninguna resistencia. Las manos dejaron de deslizarse por la espalda para levantarla en sus brazos. La depositó en la cama y se arrancó la camisa, haciendo volar los pequeños botones. Volvió a mirarle los ojos, sin encontrar señal alguna de desaprobación, y se arrojó hacia ella.
Volvió, nunca lo creyó posible, pero sucedió. Volvió con una opción. La agradable opresión de un cuerpo encima del suyo vino acompañada por salvajes y apasionados besos en la boca. Con cada uno se estimulaba un poco más. Dejó de besarla y fue a la herida ya existente. Sintió un leve pinchazo y una mortal pero lenta succión le resultó placentera, y hasta en cierto punto excitante.
No perforo profundo a propósito, no quería llegar a la vena, quería disfrutar la sangre y no quería matarla. Cada gota era especial, hermosa y única, igual a ella. Recorrió la delicada silueta con sus manos y cuando terminó de beber lo necesario continúo besando todo el cuello. Rompió el deshaville con facilidad, paso suavemente la lengua por entre los senos, sin encontrar nada que le impidiese posarse sobre uno de los pezones y besarlo como a ella le gustaba.
El cuello sangraba poco, era imposible sufrir algún dolor con los besos de él sobre su pecho, no sabia si era la abstinencia de ella o por el nuevo estado de él pero resultaba mucho más maravilloso que antes y sólo había lugar para sentir una profunda y enorme satisfacción.
Un suspiro se escuchaba por toda la habitación. Continúo bajando y besando hasta toparse con la última prenda. Logró romperla con un poco de dificultad. Su aroma le inundo los sentidos, con la lengua recorrió su amplitud y sus labios se empaparon de ella.
Estaba por llegar al clímax y recién había llegado a su parte más intima. Sintió una lengua tocarla suavemente para después recorrerla toda infinitas veces. Sólo pudo estremecerse y vibrar con cada movimiento. La respiración se acelero y los gemidos salían entrecortados de su garganta, la falta de sangre comenzó a notarse y el ansiado orgasmo estallo dentro de ella, invadiéndola, obligándola a emitir un largo e interminable grito lleno de un enorme placer.
No dejó de estimularla, permitiéndole gozar un poco más. El grito terminó repentinamente a pesar de que la boca trataba de continuarlo, escuchó el corazón de ella latirle más despacio y se acordó el motivo de su vuelta. Rasgó precariamente una de sus muñecas con la otra mano y la llevo a la boca de ella, ahogando sus gritos. La observó beber de su muñeca con una respiración costosa y lenta, al borde de la muerte y el placer extremo.
El orgasmo asaltó sus sentidos, apoderándose de ellos. Una vez pasado el estallido inicial notó un cálido liquido en su boca y sin querer lo bebió. Sin poder dejar de gozar y debatiéndose entre la vida y la muerte por su garganta pasó una esperanza de vida. La muerte comenzó a disiparse y la vida empezó a tomar su lugar.
Se despojo de sus ultimas vestiduras, la besó suavemente borrando todo rastro de sangre de la boca y luego con la lengua limpió la herida del cuello. La miró una vez más, se movía lentamente, jadeaba y gozaba, la notó cansada pero con ganas y volvió a ocupar su lugar encima de ella.
Otra vez una leve presión fue ejercida sobre su cadera y lo sintió penetrándola. Estaba agotada, volviendo de una lenta y segura muerte. Sabía que con un simple gesto o movimiento de negación hubiese bastado para hacerlo frenar, pero lo necesitaba tanto como él.
Dentro de ella, nuevamente, después de mucho. La vio escapar de un color pálido hacia uno más rosado. Con cada movimiento sintió el cuerpo de ella agitarse. Un enorme bienestar lo recorrió completamente devolviéndole la paz robada hace tiempo.
Con las pocas fuerzas restantes trató de moverse como podía, obligada por cada sensación de placer. De su boca inmóvil emergieron ahogados ruidos de goce, el orgasmo tardo en llegar pero lo hizo. La boca se abrió completamente dejando escapar algo parecido a un aullido eterno y la espalda se arqueo cuanto pudo acompañando el aullido, él había estallado dentro de ella haciendo parecer todo lo anterior una simple caricia. Pasado el éxtasis, el cansancio pudo más y la obligo a desmayarse.
Sintió como si se sacase un peso de encima y al verla desmayada se recostó a su lado. Dirigió la vista al gran ventanal y la luz de la luna le devolvió la noción del tiempo. El amanecer estaba próximo a llegar. Buscó en el pequeño departamento ropa limpia para ambos. Vestido y con la ropa de ella en sus brazos la volvió a mirar, y ahí estaba sola, con toda su belleza desnuda frente a él, dejando al descubierto dos orificios no más grandes que el grosor de una aguja, ahora la noche no parecía la misma. La vistió con sumo cuidado tratando de no despertarla.
No se encontraban seguros allí, de día mucha gente recorría los pasillos y por las noches sé hacia difícil pasar desapercibido. De a poco volvería a buscar las demás cosas, pero lo más importante por el momento era huir. Con el cuerpo de ella en sus brazos fue hasta las escaleras de incendio y descendió por ellas para llegar a un angosto, sucio y solitario callejón, desde allí emprendió un apresurado paso hasta su abandonada casa.
El demonio y el carcelero no mediaron palabras. La pelea estuvo reñida, hasta que el carcelero dudó un segundo, y al demonio le bastó ese segundo para tomar la ventaja necesaria para ganar el encuentro.
El carcelero noto algo raro en el ambiente, sintió una presencia nueva en el lugar, y dudando arrojó un golpe más lento que lo habitual. El demonio vio el golpe como si fuese en cámara lenta, hábilmente lo desvío y sin perder tiempo golpeó con ganas el estómago del carcelero. Un grito mudo escapó de su boca, no se esperaba un golpe ahí. Empujo bruscamente al carcelero contra la celda, parecía un muñeco en manos de un niño malcriado. Lo golpeo en la nariz, el tabique se quebró y la cabeza se bamboleó chocando contra los barrotes. Unos ojos mostraban dolor y otros alegría.
Cayo al piso, la cabeza entera le daba vueltas y en el medio del rostro había un intenso dolor. Desde el piso vio los pies del demonio acercarse. Ruidos. Los pies se detienen, salen de su vista, pasan velozmente otros pies, escucha más ruidos acompañados de gritos detrás de él. Silencio, pasos, una puerta que se cierra. Una cálida mano se apoya en su hombro y lo da vuelta. Descubre una grata sonrisa en un rostro familiar.
Camina hacia el carcelero, debía terminar su tarea. Recibe sorpresivamente un golpe en los riñones, un doloroso escalofrío recorre muy lentamente todo su cuerpo. Sólo pudo frenar su marcha y lanzar un desmesurado grito. Fue empujado fuertemente hacia las rejas, chocando de frente contra ellas. Logró reaccionar un poco, pero ya era tarde, la cara se encontraba chocando una y otra vez contra los barrotes. El dolor le nubló la razón y le sacó las fuerzas. Se dejó llevar hasta el interior de la celda donde fue arrojado con desprecio. Cayó al piso sin entender nada, trató de levantarse, de ver quien le había pegado, y recibió una patada en las costillas. Intentó gritar pero sólo alcanzó a escupir sangre. Derrotado, dolorido, sólo pudo permanecer inmóvil, recibiendo golpe tras golpe, escuchando gritos de odio.
Con cada golpe el odio se convirtió en piedad, ya no encontraba placentero dañar aquel cuerpo maltrecho. Salió de la celda y la cerró con llave. Miró el cuerpo del carcelero tendido en el suelo, y una leve sonrisa nació en su rostro. Se sentó junto a él y lo arrulló en sus brazos. Limpió con su ropa la sangre del rostro y resultó no estar tan lastimado después de todo. A través de esos ojos hinchados y morados descubre una expresión de sorpresa y gratitud que sólo podía devolver con una agradable sonrisa.
Antes de doblar la esquina ya siente el olor a drogas característico del barrio, el aroma a perfume barato pasa a ser un recuerdo. Recién se calma cuando atraviesa el umbral de su casa. Ahora sí estaba en casa. La lleva hasta su dormitorio, una habitación sin ventanas ni huecos por donde pueda filtrarse la luz. La deja en la cama y se sienta a observarla. Una extraña felicidad lo recorre completamente, encontró la parte perdida de su nueva vida. Con ella a su lado ya no sentirá soledad o angustia. Encontró la tranquilidad que andaba buscando, ya nada más importaba, solo estar con ella.
El demonio mira fuera de la celda y los ve, el carcelero tiene una nueva aliada y le iba a ser imposible dominarlos a ambos.
lastima que sea en esa 
porqué eso es malo? 
