En realidad sí sé porqué me encuentro así. Es el día de todos los Santos. Este día no representa más que otro día de fiesta para mí, pero inexplicablemente siento ganas de desahogarme ante mucha gente sin necesidad de hacerlo con nadie en especial.
Os hago una pequeña presentación previa. Tengo 25 años. Trabajo de maquetador en una agencia de comunicación de Sevilla (España) y estoy terminando mis estudios en publicidad. Tengo barba, bigote y un poco de escoliosis ya casi corregida por el deporte.
Hasta hace dos años tenía un padre, que como para todos (espero) ustedes, es la mejor persona que he conocido en mi vida.
Antes de eso, cuando todavía era un adolescente y la vida para mí no era más que salir con los amigos y amigas, disfrutar y estudiar en el instituto, me hacía continuamente una pregunta a la cuál nunca encontraba respuesta. ¿Por qué la gente sonríe tan poco? ¿Por qué cuando andamos no sonreímos? O cuando conducimos un coche, o cuando nos despertamos.
Hace dos años pasé el peor verano de mi vida. Estar dos meses en un hospital viendo como algo que no debería estar ahí se está comiendo a tu padre, a tu héroe, por dentro, no es nada gratificante. Al principio te niegas a creer, piensas que se va a ir recuperando. Que como la vez anterior, una operación conseguirá extirpar lo inextirpable.
Se acumulan muchas sensaciones en esos momentos. El momento en que tu padre, esa persona que tanto te ha dado, te dice que cuides de tu madre siempre. O cuando le oyes hablar con tu novia para decirle que me quiera siempre. O cuando empieza él a delirar por la morfina que le están metiendo, ya que no puede soportar el dolor.
Sabes ya que el fin está cerca cuando deseas que descanse. Cuando el médico no se atreve ni a mirarte a la cara. O cuando tu madre se pasa las noches a su lado, dándole de comer lo poco que le apetece y lavándole con todo el amor que se puede tener dentro.
Al final llega la paz, él se va porque su cuerpo ya no aguanta más. Ni nosotros tampoco. Al final ya sólo rezas para que Él se lo lleve. Y para que tu madre no se derrumbe. Y para que tú seas lo suficientemente maduro como para sobrellevarlo.
Ahora mismo no puedo reír. Ahora, cuando escribo esto, sólo puedo llorar. SIn embargo, me considero la persona más afortunada de este mundo, porque he podido disfrutar de un padre que nunca llegaré a merecerme y a quien nunca dejaré de amar.
Mi consejo es doble. Amad a quien os ama. Y amadles ahora mismo. Y sonreid. Porque a pesar de todo, si no lo haces no eres nada.