que por amor se entregó en el paraíso
al hombre por pecado en vez primera
al compás de la música y de hechizo.
En tus redes de cabellos envolventes,
de telaraña del más sutil urdimbre,
cae como las mariposas rutilantes
el más valiente y afamado hombre.
En tu entraña está la gran partida
y el misterio de nuestra creación
al sacar de la nada nuestra vida
fundida en un crisol de perfección.
Tus labios guardan néctar femenino,
que embriaga y destila la demencia,
que cambia el rumbo del destino,
cuando los besos hacen su presencia.
En cimbreante movilidad persuasiva,
sin que nadie pueda resistir tus pasos,
queda el varón hipnotizado a la deriva
hasta caer atrapado entre tus brazos.
Tú eres oasis de paz en la existencia,
a donde llega a refugiarse el peregrino,
el hijo y el nieto que busca tu presencia,
en el inmenso recorrido del camino.