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¿Qué sucede cuando todo lo que piensas, y deseas, y temes, se vuelve realidad? Todos hemos tenido días en los que deseamos que las cosas se cumplan sin razón alguna. ¿Por qué habría un niño de salir a la calle? ¿Existe alguna razón? Estamos tan acostumbrados a que todo debe tener una lógica, una razón de ser, que nos vemos limitados en nuestras acciones. No justificamos una acción si aquella no tiene razón de ser hecha. Estamos limitados por nuestras responsabilidades. Cada vez que hacemos algo lo hacemos para alcanzar un fin. Está en la escencia del ser humano el pensar en la existencia misma, y en el por qué de sus acciones. Necesitamos fundamentar esa existencia en bases principiantes. No podemos imaginar un mundo sin principio. No concebimos la idea de un mundo que no fue creado, sino que solo fue. Un mundo que solo existe, sin principio ni fin, y siempre estará. Nos desconsuela el pensar en lo poco que sabemos del existir. Solo somos fragmentos microscópicos en una escala universal. No tenemos reelevancia ni para el planeta mismo. ¿Entonces para qué existimos? Regesamos a la pregunta básica, el por qué de nuestras acciones. Se forman las tradiciones, y los tabús. No tenemos libertad. Nos alejamos cada vez más de ella. ¿Qué pasa si le preguntas a un niño la razón por la que quiere ir a un parque? ¿Para jugar? ¿Por qué le gusta jugar? No hay razón. Simplemente le gusta. Esos son los principios. Cosas que existen sin razón de ser, pero aún así deben existir. Escencias perfectas. Nuestras acciones no son buenas, no son malas. Ni siquiera son reelevantes. Tomamos todo desde nuestro punto de vista y juzgamos si nos convienen o no. Sólo estamos conscientes de lo poco que somos al soñar. Al tener pensamientos irrelevantes y sin sentido, y que al estar conscientes de ello, al despertar, al meditar, nos dejan con una sensación de solitud.
¿Qué nos hace humanos? ¿Qué nos hace diferentes? ¿El querer ser exitosos? Todos los animales lo quieren también. ¿Tenemos cultura? Aprendemos cosas imposibles de aprender simplemente por nacimiento e instinto. Eso es lo que nos hace humanos, ¿o no? ¿Qué acaso una leona no enseña a sus crías a cazar? ¿Un chimpancé no aprende a romper nueces porque le enseñan sus padres? No es la cultura lo que nos hace humanos. Lo que nos hace humanos son otros humanos. No hay razón para ello. Tenemos la gran necesidad de sentir que existimos para algo. Y toda nuestra vida la dedicamos a encontrar aquella razón. Sólo somos la suceción de las reacciones químicas que empezaron hace cuatro mil millones de años. Somos parte de esa reacción aún ahora, junto con los otros billones de seres que no llegan a verse a escala planetaria. No hay una razón de existir. No hay nada más allá de nosotros. Solo hay algo que no tiene justificación, pero aún así está. La necesidad de compañía. Más allá de una necesidad biológica: el amor.
