Por ahí, exactamente ¿Ve esa silla? Si, exacto. Ahí mismo se sentaba. Aquella silla rota que el carlitos, el albañil de aquí de la esquina, se la regaló. Claro que el emilio la "mejoró", unos tres palos por aquí, unas cuantas patadas y listo. No es uno obra de arte... ¡Ni siquiera es una silla! Pero es una superficie firme donde descansar, y para entretejer los hilos invisibles e infinitos que solo él veía, rumiando su discurso ininteligible.
La verdad, para serle sincero, lo que más recuerdo son sus ojos. Grandes, redondos y sobretodo, desviados. Turnio, bizco... No se como le dirán los matasanos allá en la capital. Pero mientras uno miraba a la cara, el otro apuntaba eternamente al cielo.
Los rumores decían que era enfermo mental... que había que exorcizarlo para quitarle su enfermedad. Dios perdone a las malas lenguas si es que mienten. Yo no se mucho de esas cosas, pero para mí era simplemente un joven torpe, tristón y feísimo.
En una de esas, quizás eso mismo le afectó. O talvez tanto tiempo entre este pueblucho hecho de tierra, sudor y madera ¡Mire las casas! ¿Ve una sólida? ¡Aquí todo es palo! Palo que se quema con el sol, y no hay día en que una se venga abajo... con o sin la familia adentro, eso es otra cosa. Acá es imposible no deprimirse, no hay árboles ni juegos, ni aquí ni en los tres puebluchos alrededor. Por eso la única diversión de mis niños, es el tren de las tres en punto, cargado con el mineral que le sacan a las entrañas de mi tierra.
Como le venía diciendo, el tren es la única entretención acá, y para que le voy a mentir, aquí todos los chiquillos van a verlo pasar, no solo los míos. Y si me permite que le diga, el Emilio siempre fue mas niño que hombre. De ahí que también les gustara pasar horas mirando las vías y cuando faltaban unos minutos para las tres, y ya las señoras tenían listo el almuerzo, los niños volvían de su juego en las vías con la cabeza vuelta hacia atrás para despedirse con el paso del tren, y los mineros bajaban al pueblo, se escuchaba el grito del Emilio, puntual... nunca supe si fue emoción, alegría, tristeza... para mi que todas juntas, pero pasara lo que pasara, el grito era cada santo día, al tiempo que los vagones desfilaban ante sus ojos.
Nadie fue a verlo a su funeral, de hecho la esposa del fuenzalida, anda diciendo que lo metieron en un cajón de tomates que encontraron por el basural, lo dejaron un par de horas en el cementerio, para no cometer pecado. Yo solo sé que no hubo misa. No hay misa para los suicidas. Lo encontraron destrozado en las vías, desmembrado como un chancho y el tren fuera matarife. Me dijeron que entre el molido de tripas y sangre, encontraron su cabeza, lo único que quedo bueno del pobre... dicen que mostraba una sonrisa, que por primera vez veían que reía. Si digo esto, capaz que no me hagan misa; Pero entre este pueblo de mierda y la muerte, yo elijo la segunda, si no estoy muerto es porque no he tenido el valor no más. Lo que es yo, les creo. El Emilio murió con una sonrisa en los labios...