



Cada vez me caigo en mi, es esa extraña sensación de saberme fuera del tiempo, del tiempo q la urbe intenta imponerme; cuando se q no existe, q es una falacia, un absurdo invento del hombre en su necesidad de tener todo al alcance de la mano, todo con un numero, esto empieza acá y esto termina allá. Falso, me niego a aceptar una cuantía arbitraria de mi vida, el tiempo no existe, solo y tal ves quizás existan decisiones q determinan nuestras acciones irreversiblemente.
…las eternas oscilaciones del pensar, cascada abrumadora de ignota frecuencia; la absoluta letanía, otoño perpetuo y su preciosa mirada que penetra hasta lo hondo del alma, que desangra la melancolía; y así despertar de la absurda desesperación por la comprensión de un camino recorrido en la inconsciencia, de las pegajosas manos de la moral adquirida por inercia, de la imposibilidad de alcance, eso q llaman autoestima, un bicho gordo y grasoso, mordiendo la lengua y feliz de la vida.
No es posible q esto sea así y se acabó; yo busco (y a veces lo encuentro) ese rinconcito donde casi sin darse cuenta uno puede ir empujando despacio con un hombro y después con el otro, hasta q de a poco va cediendo, y así se entra a ese interregno donde las palabras ya no tienen olor a naftalina.