Así lo hice, habían pasado tres años desde que Lethar me transformó, y un atardecer de invierno, cuando la noche era más larga preparé mi maleta, mientras Lethar me rogaba que me quedase; no escuché sus súplicas y sin mirar atrás decidí viajar a París. Me monté en un tren en la estación mientras recordaba los hermosos momentos que había vivido durante los tres últimos años junto al amor de mi vida. Un par de lágrimas intentaron asomar por mis ojos, pero no las dejé salir, debía ser fuerte, no mirar nunca más hacia atrás. El camino fue largo, y un poco antes de llegar a la estación el tren se detuvo, habían atropellado un animal, me bajé por una de las ventanillas a una velocidad impresionante pues la curiosidad me invadía y fui corriendo a ver que ocurría. Vi un gato aplastado contra las vías del tren. Al verlo un recuerdo muy fugaz pasó por mi mente, yo estaba acostada en una cama, supuse que era la mía y un gato gris acostado en mis pies. Ahí se acabó todo, no pude seguir recordando nada más, en ese momento me di cuenta que huir no era la solución mas acertada, debía volver y recobrar mi vida. Así que volví a subir al tren por la ventanilla y nada mas llegar a la estación busqué un albergue pues estaba apunto de amanecer. Me resultó difícil ya que no controlaba muy bien el francés pero conseguí una habitación, subí y cerré las cortinas dejando la habitación en la total oscuridad. Subió la dueña del lugar, era una mujer vieja, de piel arrugada, los ojos hundidos, grises, al igual que su pelo, bueno el poco que le quedaba con una bandeja que contenía un vaso de leche y unas galletas.
La verdad es que no me había alimentado en toda la noche. Pero el ver a la viejita y la bandeja con la leche y las galletas recordé de nuevo un trozo de mi pasado: Yo estaba en la cama de nuevo, en la misma que había recordado por lo que deduje que si que era mi cama, estaba con fiebre y un resfriado un tanto acentuado, y mi abuela apareció por la puerta con un vaso de leche y una galletas caseras que hacía ella misma. No pude recordar bien a mi abuela, pero este nuevo episodio de mi vida que acababa de recordar hizo más fuerte la idea de que debía volver.
“Señora Marisa, ¡Señora!” Su llamada me hizo volver a la realidad, la tenía frente a mí aún con la bandeja en las manos, la dejó sobre la mesita de noche que había junto a la cama y me señalo las ventanas, ella sabía que no entendía bien el francés así que intentaba explicarse lo más posible con gestos. Yo entendí que preguntaba por las cortinas, que porqué estaban cerradas, yo me toque la frente y puse cara de dolor, y me señalé los ojos. Ella asintió con la cabeza y se marchó, yo me quedé pensativa intentando recordar mi pasado, pero era imposible. Me vino a la mente el momento en que conocí a Lethar, su sonrisa, su pelo, su cuerpo… y lo volví a recordar desnudo junto a mí en la cama, lo eché de menos. En ese momento tocaron mi puerta, abrí de mala gana, no tenía ganas de visitas pues estaba cansada y un poco débil, y allí estaba él, me quedé muda y comencé a andar hacia atrás, él entró lentamente, cerrando la puerta tras de sí, me agarró del brazo y me dijo: “¿Porqué te has marchado? No he recibido ninguna explicación por tu parte.” “¡Basta Lethar, no soy una niña! Por eso mismo me marchado, porque me controlas demasiado. Yo también necesito un poco de libertad, ¡Tu entrabas y salías cundo querías y yo no te pedía explicaciones! ¡En cambio yo sólo podía salir contigo! Y así no puedo vivir.” Vi un gesto de arrepentimiento en su cara, y lo abracé, “Pero aún así no he dejado de amarte mi rey” Comenzamos a besarnos con deseo, a mordernos mutuamente realizando intercambios de sangre, a tocarnos y sentirnos hasta que acabamos haciendo el amor como hacía mucho tiempo no lo hacíamos.